El jardinero prodigaba en secreto toda clase de cuidados a aquel pequeño jardín que un día encontró.
Y lo hacía en secreto porque temía por su propia seguridad.
Así fue pasando el tiempo y el viejo y pequeño jardín crecía en todo su esplendor con los mimos y cariño que recibía.
Pero un día el jardinero comenzó a temer por su seguridad y decidió que debía recortar sus atenciones. Primero fue en un aspecto, más adelante en otro y poco a poco, tal vez por temor a perder su seguridad o por la monotonía o por el cansancio o porque de vez en cuando visitaba otros jardines a los que atender, fue retirando sus cuidados al pequeño jardín.
La exhuberancia del principio se fue perdiendo y las flores fueron desapareciendo sin que el jardinero se diera cuenta de nada. Hasta que un día lo encontró marchito y en un estado deplorable.
Entonces el jardinero lloró amargamente su descuido.
El viejo y pequeño jardín aún sigue ahí con una vida latente esperando al jardinero para renacer con más fuerza antes de convertirse en un erial estéril para siempre.
Y lo hacía en secreto porque temía por su propia seguridad.
Así fue pasando el tiempo y el viejo y pequeño jardín crecía en todo su esplendor con los mimos y cariño que recibía.
Pero un día el jardinero comenzó a temer por su seguridad y decidió que debía recortar sus atenciones. Primero fue en un aspecto, más adelante en otro y poco a poco, tal vez por temor a perder su seguridad o por la monotonía o por el cansancio o porque de vez en cuando visitaba otros jardines a los que atender, fue retirando sus cuidados al pequeño jardín.
La exhuberancia del principio se fue perdiendo y las flores fueron desapareciendo sin que el jardinero se diera cuenta de nada. Hasta que un día lo encontró marchito y en un estado deplorable.
Entonces el jardinero lloró amargamente su descuido.
El viejo y pequeño jardín aún sigue ahí con una vida latente esperando al jardinero para renacer con más fuerza antes de convertirse en un erial estéril para siempre.
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