martes, 10 de noviembre de 2015

Ahora no sabe qué hacer



Cada vez que desde niño jugaba hasta donde le dejaban, la había llamado la atención aquel edificio lejano y misterioso, rodeado de una espesa vegetación y cercado por una valla que a él le parecía infranqueable.
Se había habituado a verlo desde lejos y, según fue creciendo, se iba sintiendo cada vez más atraído por la llamada irresistible de lo que parecía ser su destino. Así creció y así se amoldó a las circunstancias que se le iban presentando a lo largo de su existencia, pero no podía quitarse de la cabeza la idea de volver a aquel lugar misterioso y así decidió un día acercarse a investigar.
Rodeó la valla con sumo cuidado y de vez en cuando tocaba tembloroso alguna rama que sobresalía del resto.
Llegó a la entrada y al poner suavemente su mano sobre la cancela, quedó perplejo al comprobar que se abría lentamente. Un sinfín de emociones recorrieron su cuerpo de arriba abajo y con paso vacilante, pero dispuesto a no dar marcha atrás, avanzó hacia la casa como absorbido por una fuerza a la que no podía resistirse.
Entró y se dejó guiar de su instinto. Allí dio rienda suelta a las fantasías que había ido acumulando a lo largo de su vida. Allí encontró sensaciones inimaginables en otro tiempo. Allí descubrió su primer y verdadero amor. Allí vivió una existencia que a él le parecía prohibida.
Un día quiso saber algo más de aquel lugar y consultó a quien podía darle alguna respuesta. Le dijeron que el edificio comenzaba a tener problemas aunque aún no eran evidentes. Volvió a consultar y volvieron a contestarle que la situación se estaba agravando.
Una tercera vez, ¡maldita tercera vez!, fue a preguntar y ahora la respuesta fue fulminante: Inevitablemente el edificio tenía que ser derrumbado antes de que se viniera abajo.
Y lo peor de todo es que si derrumbaban el edificio, con él quedaban sepultadas para siempre sus ilusiones, sus esperanzas, sus ganas de vivir y perdería el gran amor de su vida.

A partir de ese momento comenzaría a vagar sin rumbo buscando algo que jamás podría volver a tener.
Ahora no sabe qué hacer.

viernes, 6 de noviembre de 2015

... Aun en la distancia


Cuando decidí coger este tren, sabía perfectamente que no me llevaría a ninguna parte, pero no me importó porque el placer está en el propio viaje.
Cuando decidí coger este tren, soñé que tú, amante desconocido aún, me acompañarías, porque hacer el trayecto contigo me sacaba de la rutina monótona de una existencia gris.
Cuando decidí coger este tren, me convertí en la persona más afortunada por haberte cruzado en mi camino.

Porque en este viaje tú eres mi punto de partida, mi camino eternamente recorrido y mi destino inalcanzable, por eso, cuando decidí coger este tren, sabía perfectamente que ya nunca iba a abandonarlo mientras tú permanecieras a mi lado... aun en la distancia.