miércoles, 13 de agosto de 2014

Ascenso a ningún sitio.

Decidí comenzar el ascenso y, a medida que iba subiendo, la sensación era más agradable. Arriba, entre la niebla, se vislumbraba la cima.
Por fin llegué y caí en una especie de ensueño maravilloso. Todo era dicha, ganas de vivir, me sentí plenamente realizado. Aquello era lo que siempre había deseado.

Durante mucho tiempo, día a día, renací cada vez con más fuerza.
Pero una noche desperté y encontré el lugar envuelto en una tenebrosa niebla. Me asaltaron mil dudas y temí lo peor, ¿se acabó el sueño? y esperé al amanecer.
Cuando los primeros rayos de sol rasgaron el horizonte, se me cayó el alma al suelo. Sentí que todo estaba vacío, un profundo silencio me envolvía y no hallé respuesta a mis llamadas. Busqué desesperado y seguí hallando el mismo vacío. Al cabo de un par de días encontré una leve llama que tímidamente quería iluminarme. Quise seguirla pero enseguida se apagó.

Cada amanecer aparezco otro peldaño más abajo.
Vuelvo a subir hasta la cima para encontrame de nuevo con la  soledad, el vacío y el silencio. Ganas me dan de cometer una locura  y lanzaarme al insondable precipicio.
Saco fuerzas de donde ya casi no tengo para volver a ascender, y  en cada despertar estoy más alejado de la cima.

No sé cuánto tiempo aguantaré así y tengo pánico de que todo  haya quedado vacío y silencioso para siempre.
Si así fuera, creo que no merece la pena volver a intentar subir.
Tal vez otro camino pueda llevarme a otra cima... pero ya no me  quedan fuerzas para intentarlo.
Esta mañana, nada más llegar, vi de nuevo esa débil llama encendida, ¡bendita luz!, aunque enseguida volviera a apagarse.
Es lo único que pido, que de vez en cuando APAREZCA ILUMINANDO MI CAMINO, para no perderme en la oscuridad y poderme mantener vivo hasta que lleguen tiempos mejores, de otra forma me iré consumiendo de dolor hasta desaparecer completamente.

No hay comentarios :

Publicar un comentario