- ¡Que no puede ser! - me grita el rayo en el fragor de la tormenta.
- Pero , y si... - le digo desde mi esperanza.
- ¡Que no puede ser! - me interrumpe el trueno con su eco monótono.
- Pero, y si.... - repito desde mi esperanza.
- ¡Que no puede ser! - me escupe el mar embravecido.
- Pero, y si...
- ¡Que no puede ser! - asegura el viento que lo agita.
- Pero, y si...
- Puede ser, no abandones nunca - me susurra muy bajito, casi imperceptible, el bosque.
Claro, es que los árboles del bosque se visten con el color de la espernza.
TQM
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