Paso por un estado de calma plana, sin exigencias, sin espectativas, sin decisiones, pero también sin amargos amaneceres.
Sólo sueño, deseo, me complazco en mi pensamiento y devaneo entre mis quimeras.
Es como el cuento de la Bella Durmiente, pero sin un príncipe que vaya a besarla y sacarla de su mudo letargo.
Siempre tengo junto a mí una pequeña llama encendida, por si me despierto, no sea que vaya perderme en la oscuridad.
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